Su madre era una artesana que enviudó cuando Mercedes aún no nacía. Pensando que lo peor era que su hija creciera sin un padre, se casó con un tallador que más bien resultó ser un explotador que nunca quiso a Mercedes.

Cuando la niña tenía 10 años viajó con su madre a Sevilla. Nunca había estado en una ciudad tan bonita y tan llena de gente. En Santillana no estaba acostumbrada a ver mujeres y hombres tan elegantes, ni coches tan rápidos… es más, allá sólo habían carretas. En ese momento le prometió a su que algún día vivirían felices en una ciudad como esa y tendrían su propio taller lejos del horrible tallador. Pero unos meses más tarde, la madre murió víctima de una gripe muy grave y Mercedes quedó sola en manos de su padrastro.

Así pasaron los años. Mercedes era una experta talladora. Sus figuritas de Ánjana (hada mitológica) eran tan bellas que la noticia traspasó fronteras y gente de muy lejos llegó para comprarlas. Conciente de la importancia de Mercedes para el negocio, el padrastro se encargó durante todos esos años de espantar a cualquier posible pretendiente que se le acercara a la joven y así, Mercedes llegó a los 31 años soltera y odiando el hermoso arte que ella misma creaba.

Un día llegó un hombre extraño al taller. Estaba interesado en hablar con Mercedes. Le dijo que era un mercader muy rico, que quería que ella viajara con él al extranjero y que la podía convertir en una escultora famosa. Mercedes no lo pensó dos veces. Era la oportunidad que durante tanto tiempo soñó. Durante la noche empacó lo poco y nada que tenía: un par de ropas, una Ánjana y un retrato de su madre. Salió de la casa silenciosamente en medio de la oscuridad y gastó casi todos sus ahorros en un coche que la llevó al puerto.
Pero una vez allí no encontró al hombre por ningún lado. Estaba sola en una ciudad extraña, casi sin dinero y con dos opciones: volver a Santillana del Mar a tallar figurines por toda la eternidad mientras su padrastro se hacía rico y ella recibía un plato de sopa al día o subirse a ese barco que se dirigía a algún lugar desconocido y empezar de cero quizás dónde. Decidió subirse al barco.